viernes, 1 de mayo de 2009

EL ENVIAGRADO




La tarde se asomaba en el silencio de mi rancho, el parral con sus hojas derramaba su sombra acudiendo a la cita que el destino me cedía para albergarme en la siesta.

En esa hermosa paz, una brisa suavecita y calida acariciaba como una mano de seda mi cabecita pelada, que otrora fuera la portadora de grandes rulos, donde una vincha los contenía.

Allí recostado en mi reposera, entre medio de recuerdos, mi mente se daba por complacida y respirando profundamente entraba por esa puerta donde el sueño me esperaba.

Alejado de todo, de repente unos gritos me abrieron de golpe los ojos y quedando como un búho, mire alrededor buscando quien carajo había sido el osado de sobresaltar a don Evaristo el gaucho.

Atento a que si bien volvió el silencio, me quede pensando que será lo que habrá pasado me entraron a dominar las intrigas y como tengo genes de mi abuelo gendarme se me dio por ir a investigar que había sucedido.

Me calce el facon entre mi faja, agarre un honda y balines y salí en búsqueda de lo había pasado.

Al poco de caminar me encuentro con el Gumersindo cabeza abajo metido de cabeza en una laguna, me acerque con sigilo, no iba a ser cosa que aquel que lo había matado todavía estuviera cerca.

Para mi asombro vi de pronto que el Gumersindo, sacaba la cabeza para respirar, entonces le pregunte que le ha pasado hombre esta embriagado, tanto vino se ha tomado que empezó a los gritos no dejándome dormir.

No don Evaristo peor, Ud. sabe que tomo pastillas no?, si lo se, pues ayer ha venido Doña Lucrecia la enfermera que trabaja en la salita medica del pueblo a tomarme la presión.

-Y cuente que paso, no va a creerme al tocarme el brazo me entraron ganas de mimos.

-Y siga que paso?

-Me dijo no quiere que le cebe unos matecitos, mientras conversamos, claro que me gustaría.

Y entre mate y mate me empezó a decir

-Ud. sabe que ha salido una pastilla para enamorar?

- No lo sabía, pues déjeme decirle que ahora no quedan pajaritos dormidos ahora todos pueden cantar.

-Vaya con la ciencia,

-Sabe Don Gumersindo mire tengo unas muestras gratis se las voy a dejar, cuando quiera tome alguna así se va acostumbrando y se renueva la sangre en su cuerpo, eso si no tome mas de un cuarto.

-Bueno lo tendré en cuenta Doña

-Hasta mañana

-Y que paso hoy?

-Que esta tarde me confundí de pastillas y me mande dos de las que trajo la Lucrecia y quede enviagrado hasta los pelos se pararon, de repente, el enano empezó a crecer y formando una carpa parecía que tenía un puñal escondido

-Y al avisarme Doña Lucrecia que no podía venir a tomarme la presión, la desesperación se me libero en un grito y corriendo me tire de cabeza a la laguna para calmar al enano

-Así que Ud. perdone Don Evaristo, fue sin querer

-Bueno si esta mas tranquilo me voy a ver si puedo seguir con mi siesta.

-Dígame no quiere llevarse alguna de esas pastillitas milagrosas así pone contenta a su mujer.

Vea Don ya mi china se quedo tranquila, entro en su etapa de menospausas y mas calores y yo que quiere que le diga con el muñequito dormido no sabe lo que es disfrutar de la paz del campo.

Eduardo Nieto Mùjica